Nuestra señora del Carmen
Historia de la Virgen
El Carmelo (actualmente en Israel) ha sido el monte donde numerosos profetas rindieron culto a Dios. Los principales fueron Elías y su discípulo Eliseo, pero existían también diferentes personas que se retiraban en las cuevas de la montaña para seguir una vida eremítica. Esta forma de oración, de penitencia y de austeridad fue continuada siglos más tarde, concretamente en los siglos III y IV, por hombres cristianos que siguieron el modelo de Jesucristo y que de alguna forma tuvieron al mismo Elías como patrón situándose en el valle llamado Wadi-es-Siah (Carmelo).
A mediados del siglo XII, un grupo de devotos de Tierra Santa procedentes de Occidente decidieron instalarse en el mismo valle que sus antecesores y escogieron como patrona a la Virgen María. Allí construyeron la primera iglesia dedicada a Santa María del Monte Carmelo. Desde su monasterio no quisieron crear una nueva forma de culto mariano, ni tampoco, el título de la advocación, respondía a una imagen en especial.
Quisieron vivir bajo los aspectos marianos que salían reflejados en los textos evangélicos: maternidad divina, virginidad, inmaculada concepción y anunciación. Estos devotos que decidieron vivir en comunidad bajo la oración y la pobreza, fueron la cuna de la Orden de los Carmelitas, y su devoción a la Virgen permitió que naciera una nueva advocación: Nuestra Señora del Carmen.
La Virgen del Carmen de Cuyo
La advocación mariana mendocina hace su aparición en el siglo XVIII, cuando Pedro de Núñez, caballero de gran fortuna y devoción, donó la imagen y todo lo necesario para el culto de la Virgen del Carmen.
Esta imagen estuvo primero en el templo de los Padres Jesuitas pero en 1776, a raíz de la expulsión de la Orden, la imagen fue trasladada a la Basílica de San Francisco Solano, desde donde presidiría una de las más bellas jornadas de la historia de nuestra patria.
Patrona y generala del Ejército de los Andes
A partir del año 1814, San Martín hará de los pacíficos habitantes de Cuyo heroicos soldados forjadores de libertad y ellos necesitan una Madre que los ampare y de sentido a tanto sacrificio. Es de todos conocida la profunda devoción que el Libertador profesó a la Virgen y que lo hizo nombrarla generala del Ejército Libertador.
Tanta importancia dio al tema que lo decidió con su estado mayor: la devoción a la Virgen del Carmen estaba muy arraigada en Cuyo y casi todos los soldados llevaban su escapulario, eso sin dudas inclinó la balanza.
Es así que el 5 de enero de 1817, San Martín le entrega su bastón de mando, la nombra generala, y hace bendecir también la Bandera de los Andes saludada por dianas y la banda con cajas y clarines, mientras rompía una salva de veintiún cañonazos, ante el ejército de gran gala y todo el pueblo de Mendoza.
Más tarde, después de sus triunfos, entregará definitivamente su bastón, esta vez en el silencio que acompaña a todo lo grande y dejando estas palabras: “La protección que ha prestado al Ejército de los Andes su Patrona y Generala la Virgen del Carmen son demasiado visibles”.
Ambas reliquias, el bastón y la carta, se conservan hoy en el Camarín de la Virgen, en el templo de San Francisco, como mudos testigos de la parte que Ella tuvo en la grandeza de alma de nuestro Libertador. Siendo Generala del Ejército Argentino, junto a la banda, acompaña a la imagen nuestra bandera, como así también las banderas de Perú y Chile, al ser esta advocación Patrona de los dos países vecinos.
